Desde hoy el tiempo
anida agazapado entre
los cabellos más largos
de mi rostro.
Un vientre blanco impide
ver como sus puntas
perforan
las agujas del reloj,
huecas.
La esfera negra
jadea al compás de los
sueños ahogándose
en la isla de árboles secos
que bordea mi ombligo.
Un segundo escupe dos flechas
que al clavarse,
tallan surcos
de piedra
alrededor de mis ojos.
Silvi, sin fecha